Sunday, April 07, 2013

Matar a un lémur


Con el título “¿Cómo matar a un lémur?” publicaba en enero de 2012 el siguiente escrito en la Hoja Informativa de Can Sant Joan. Me lo recordó la entrada de ayer de Gregorio Luri que a su vez es la publicación de un escrito de Ignacio Ruiz Quintano titulado “Chiflados” que me provoca gran desazón.

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Prejuicio sarcástico al azar: quienes viven del cuento desde el paro, sin prisa por buscar otro trabajo o, por decir, aprender inglés (que es lo básico), o aprender lo que sea, o prepararse unas oposiciones abiertas a todos los ciudadanos, odian a los funcionarios.

Pero alguien tiene que extender recetas, ocuparse de los enfermos, limpiar las calles, inspeccionar los alimentos, legalizar papeles, mantener el orden público, vehicular la educación y gestionar los procesos de las actividades de la ciudadanía, de forma legal, en un sistema organizado. Para estas personas públicas, la vocación y los resultados son la recompensa, ya que nunca habrá un gran sueldo ni promociones ni seis meses de subsidio durante los que reconsiderar la orientación profesional o estudiar cómodamente un módulo de mecánica o robótica.

¿Preferiríamos agentes de la burocracia al servicio del capital, como en los monopolios que nos estafan?

En lugar de desterrar o enterrar en la vergüenza a los inútiles y ladrones que merodean en lo público sin haber pasado una oposición y que todo el mundo sabe quienes son, se deshacen de los que trabajan.

En estos tiempos de lujuria corporativa y de terrorismo financiero, hay que volver al libro bajo la manta, con una linterna solar. Hay que ahorrar en agua, luz y gas. Hay que recordar Fukushima, y al monstruo que destruye nuestra montaña para construir instalaciones que nadie utilizará. Y a las personas que comparten la calle con nosotros, al movimiento que empezó hace un año en Sol, debemos recordar nuestros valores.

Las ideas son como el amor. Hay que creer en ellas.

Porque de algún modo rocambolesco, Garzón, que pudo tramitar a otros dictadores excepto a Franco, es el que está siendo acusado, nuestros muertos sin identificar aún en las fosas, los franquistas en el banquillo de los acusadores ¡Y en el gobierno! E inutilizadas gran parte de las pruebas Gürtel, aún con la implicación del yerno del rey. Pero ¿para qué quedarnos ahí, si se puede ser más cochambroso todavía? : Se muere Fraga y ¡la élite política al pleno le rinde pleitesía! ¡Y los medios de comunicación lo convierten en leyenda! Pero este hombre ¿no debería ser juzgado por sus crímenes durante la dictadura? ¡Es para vomitar lepra!

Esta oligarquía de la que somos vasallos son como lémures, aquellos espíritus de la muerte, en la mitología romana. Se decía que vagaban por la noche y que atormentaban y asustaban a los vivos. Nada que ver con el lémur primate, animal en peligro de extinción.

Para matar a un lémur he encontrado en la red el método siguiente:

“Para matar a un lémur fosforescente sólo tienes que golpear muy fuerte al lémur en su segunda cabeza e inmediatamente invocar a Chuck Norris para que con sus poderes lo encierre en el pendrive; eso te dejará libre 1GB”.

Enero 2012


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